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15 años de Raquel Valle

today9 octubre, 2023 33 19 5

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Recuerdo el tintineo de las medallas caminando hacia el cuartel militar. Eran las 6 de la mañana y la disciplina era la protagonista de aquel nuevo día.

— Uno,dos, uno dos.

Los militares pasaban por delante de nosotros haciendo su rutina diaria. Todo estaba en orden.

Mientras Felipe entraba a la sala de reuniones yo me quedaba en guardia y custodia de los cabos. Hasta que me escapaba y termina subida encima del perro guardián del cuartel.

— ¿nos lo podemos llevar a casa?

Mi abuelo con tez pálida miraba como metía mi diminuta mano dentro de la boca de aquel perro que custodiaba la zona, supuestamente agresivo.

— De verdad Raquel, que tú no tienes remedio.

Hacia a penas unos años que en una conversación a escondidas había escuchado que querían un nieto varón, con el fin de conservar el apellido. Corrían años en los que la filosofía franquista seguía latente, no les culpaba. Ellos al fin y al cabo, habían vivido una época diferente a la mía. Así que durante aquellos años recogí junto a mi hermano cosechas de viña, piñas y papas. También ayudé a construir algún que otro muro, incluso cuando me dijeron que aquello no era una labor para una niña.

En una noche de verano, tras salir de la ducha, escuché una conversación que cambió mi perspectiva.

— La niña se está esforzando por tu aceptación.

— A ella no le hace falta eso. Esa niña tiene algo especial, es luz… y te aseguro que los tiene mejor puestos que cualquiera de nosotros. No te preocupes tanto, es fuerte.

Hacer cambiar de filosofía a una persona de 72 años es complicado. Más con unos valores férreos y arcaicos propios de la época en la que le tocó vivir. Yo me había criado en un régimen militar, disciplinario y duro. Sin embargo, conseguí ablandar un corazón con cada ocurrencia y travesura. Me convertí en el ojito derecho de un alto cargo militar que me recogía de lunes a viernes de mis clases de ballet clásico.

— Raquel escúchame. Estoy mayor y no puedo caminar. Sé que quieres seguir yendo a bailar pero yo no puedo llevarte. Así que si quieres continuar vas a tener que ser independiente. Así que, coge siempre la dirección que seguimos y calles transitadas. No mires ni hables con nadie. Yo esperaré verte llegar desde el balcón a las 19:30. ¿Entendido soldado?.

— Entendido.

Así transcurrieron los años. Hasta que su enfermedad hizo que lo encontrase sin vida en el suelo a la edad de 16 años. Me había quedado sin complice, sin apoyo y sin abuelo. Durante 5 días que duró la tortura del velatorio y el entierro no articulé palabra. Recordaba con rabia una y otra vez aquel momento en el que me hizo prometer que pasara lo que pasara yo iba a seguir siempre hacia adelante y que estaba completamente seguro que iba a llegar lejos. Yo no cogí la indirecta. Él ya preveía un final que yo era incapaz de digerir. A día de hoy me pregunto una y otra vez porqué no tuve el valor de despedirme.

En aquel cementerio veía el peso de una caja en los hombros de mis tíos, de mi padre y de mi hermano. Una imagen que no quería concebir real. Entonces antes de que se sellase por completo la distancia entre nosotros, reaccioné y articulé palabra por primera vez desde esos 5 días. El cielo rompió a llorar y tras reposar una rosa blanca dentro de aquel habitáculo dije:

» Te prometo que voy a escribir nuestro nombre hasta en las estrellas».

Mi llanto de haber perdido a un abuelo y a un padre que me había criado levantó los poros erizados de los alrededores. Desde entonces, nunca he vuelto a ese lugar. Ahí reposa un cuerpo material, pero no un alma que me acompaña en todos mis proyectos y que van firmados con el apellido Valle.

Después de 15 años, cada vez que subo a un escenario miro hacia arriba, pensado «Lo hemos conseguido».

Otro logro dedicado más hacia él, que lleva nuestro apellido y la firma de tu nieta, que no te olvida.

 

Escrito por Raquel Valle

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