Yo ya he ganado

El ordenador está encendido con la doble pantalla. El té reposa sobre la mesa, esperando estar en el punto perfecto. El reloj marca las 09:30, hora de comenzar a atender llamadas.

Al otro lado del teléfono la euforia y la alegría de los asistentes al evento, la de los colaboradores e invitados hacen que te reconfortes ante un trabajo que viene cociéndose a fuego lento desde hace meses. Te das cuenta, que has hecho todo esto tú sola.

Los amigos comienzan a llamar esperando encontrar una antigua versión de ti que se quedó en el pasado. Ya no existe la inseguridad, ni los nervios, tampoco el miedo. Se quedaron al otro lado de la puerta cuando decidiste cerrarla. Al colgar la llamada vienen a la mente todas aquellas escenas de guerra, donde los militares se presentan como personajes duros y fríos como el hielo. Se comparan a las piedras que enfriaban un whisky añejo, o quizás ya con experiencias y tablas. Un hielo que enfriaba todo lo que se encontraba a su alrededor. Después de haber transitado situaciones límite, pocas cosas podían despertar el miedo o nerviosismo.

La no reacción, la calma y la implacabilidad se habían colado dentro de mi carácter. Un carácter pasional que yacía dormido por algún punto en el que me perdí. En ese momento agradeces no haber encontrado las coordenadas que te llevasen nuevamente hacia lo conocido, hacia esa zona de confort, o más bien, esa zona de mierda. Ahora te posiciones desde el foco de la seguridad, sabiendo que vas a disfrutar ese camino, que tanto te ha costado labrar. Así que este es el momento, es mi momento, para demostrar que el jaque a la reina existe y que, por mucho que tumben su figura, siempre estará lista para empezar una nueva partida.

Yo ya he ganado.