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Un viaje interior hacía tu Bienestar saludable, porque lo que nos hace más felices no está ahí fuera
La OMS define “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” y por lo que entiendo el bienestar mental y social incluye el bienestar emocional tanto en la relación con una o uno misma/o como con los demás.
Sin embargo, en el hablar coloquial, ¿cuántas veces hemos escuchado mil quejas de otras tantas personas que acaban con un…bueno, al menos tengo salud (en referencia a la salud física)?
Partiendo de la base de que tener salud física es vital, así como incorporar en nuestras vidas hábitos de alimentación, ejercicio físico y prevención saludables, para disfrutar de manera completa de una buena salud, no es suficiente, por ello me pregunto:
¿Es que acaso nuestra meta en la vida es sólo estar físicamente sano y sobrevivir? Cierto es que hay circunstancias o épocas en las que sí, parece que esto es lo máximo a lo que puedes aspirar. Y sí, cuando las necesidades básicas no están cubiertas o se está en riesgo de no poder cubrirlas, sobrevivir adquiere máxima importancia.
¿Y qué ocurre cuando cubrimos estas necesidades? ¿Nos preocupamos por completar la salud física con la mental, social y emocional?
En mi experiencia como consultora, coach e instructora de inteligencia y educación emocional, las personas se preocupan por todos estos aspectos que influyen en su estado emocional, solo que muchas veces no saben qué hacer para pasar de preocuparse a ocuparse, es decir, pasar a la acción y atreverse a encontrar aquello que de verdad le aporte salud mental, social y emocional.
Ay…y aquí nos encontramos con la gran contradicción de la mal llamada zona de confort, pues muchas veces es bastante inconfortable, pues aun reconociendo que permites en tu vida cosas, personas o hábitos que no quieres, no eres capaz de cambiarlo. Quizás deberíamos llamarla zona de resignación, de conformismo, de miedo y resistencia al cambio, incluso siendo consciente de que el cambio sería para sentirse mejor.
Qué curioso comportamiento el de esta especie a la que pertenecemos, Homo sapiens, que viene de sabiduría, sabios…a veces no puedo evitar pensar que no sé yo si lo de sapiens nos va bien.
Así que quizás la pregunta a plantearse es ¿Cómo lo hago? Cómo hago para sentirme mejor, para atreverme a cambiar, para reconocer lo que quiero y lo que no quiero en mi vida, para pasar a la acción, eliminarlo y alcanzar mi nivel deseado de bienestar.
Mi propuesta consiste en empezar por dejar de pensar que nos sentiremos felices cuando nuestras carencias se solucionen con algo que llegará de fuera como un trabajo mejor, una pareja adecuada, cuando se acabe el COVID, la crisis e incluso cuando me toque la lotería, en un pensamiento de optimismo ilusorio.
Es cierto que lo externo puede aportarnos ingredientes que nos faciliten la construcción y conquista de nuestro bienestar, pero sólo lo conseguiremos de verdad si miramos hacia dentro. Lo externo puede aportarnos un placer intenso, nada despreciable, por cierto, pero como tal es temporal, es la mirada interna la que puede proporcionarnos felicidad, esa que se transforma en un estado de ánimo permanente.
Si estás pensando, si, si…pero no siempre puedes sentirte feliz, la felicidad son momentos…quiero compartir contigo cuál es mi concepto de felicidad. Cuando trabajas este sentirte bien, en paz contigo misma/o, empoderada/o, con fuerza para afrontar todos los retos que se presenten y que lo consigues como resultado de este viaje de introspección que te propongo, es a este estado de plenitud que yo llamo felicidad. Así mi concepto de felicidad incluye también tener días o momentos malos, estar triste, sentirte impotente, enfadada, incluso desesperada, la diferencia es que acepto todas estas emociones que pueden surgir en el día a día, me permito sentirlas como persona y ser humano que soy, pero no con resignación sino con aceptación.
La aceptación implica que yo tomo las riendas de mi vida poniendo soluciones cuando está en mi mano hacerlo, actuando para neutralizar la causa o causas de estas emociones que me hacen sentir mal y cuando no puedo hacer nada para cambiarlo, cuando no está en mi mano, es cuando la aceptación es vital para mí, porque gracias a ella dejo de pegarme contra un muro, que no por invisible hace menos daño, y lo dejo pasar o cambio la mirada de enfrentamiento, impotencia o resignación por otra de amor hacia mí misma y hacia las causas que me provocan estas sensaciones.
Es cierto que escribir esto es sencillo, ponerlo en práctica no tanto. A nivel personal, es lo que más me ha costado conseguir y también uno de los cambios que más satisfacción me ha proporcionado.
Este viaje al interior es necesario porque el Bienestar se construye, cada uno el suyo, y requiere de un ejercicio de introspección para averiguar con total sinceridad que quiero, qué necesito, donde estoy y a dónde quiero llegar y qué estoy dispuesta a hacer para conseguirlo. Estas son las cuestiones que se plantean en un proceso de coaching y que incluyen un concepto relacionado con lo saludable que es la ecología de nuestras decisiones.
Porque, por ejemplo, si aceptara un trabajo que supondría un avance profesional pero que me obligara a dedicarle más horas en detrimento del tiempo que dedico a mi familia, es posible que sea una decisión no ecológica, pues nuestra salud emocional podría quedar afectada negativamente, la relación con nuestra pareja podría deteriorarse al igual que con los hijos/as.
Así, en nuestro viaje de descubrimiento de lo que queremos o necesitamos para sentirnos plenos, en un estado de fluir y de coherencia, hemos de valorar todas las implicaciones de nuestras decisiones en todas las facetas de nuestra vida, la física, la mental, la social y la emocional, para asegurarnos que lo que hagamos en pro de nuestro bienestar, además de mejorar nuestro estado emocional, también sea bueno para nuestro entorno familiar y social, y así asegurarnos que sea un bienestar saludable.
Parece fácil, sin embargo, muchas veces, hay factores limitantes que nos frenan o impiden iniciar y mantenernos en este viaje continuo hacia nuestra esencia y son nuestras creencias, con mucha frecuencia limitantes debido a la educación recibida, la cultura en la que estamos inmersos, los prejuicios…y, sobre todo, los miedos, aunque muchas veces sean irracionales.
¿Qué podemos hacer para minimizar o eliminar todas estas limitaciones?
Como con todo lo que nos da miedo, lo primero es mirarlo de frente, buscar ayuda si fuera necesario y empezar el camino, paso a paso, echar a andar antes que quedar paralizada/o.
Y lo que nos puede ser útil para iniciar este proceso es reaprender a utilizar de manera positiva nuestro diálogo interior. Esa vocecita interior que no para nunca y que cuando se enfoca en lo que no nos gusta o nos hace algún tipo de daño, puede hacernos entrar en un bucle de pensamientos repetitivos que acabará convirtiéndose en lo que llamamos rumiaciones que nos hacen sentir peor aún.
La rumiación cognitiva del pensamiento se define en psicología como el “fenómeno psicológico que aparece cuando nuestro foco de atención se queda «enganchado» en un elemento real o imaginario que nos produce estrés y malestar”.
Estas rumiaciones las podemos hacer con todo lo que nos acontece, con lo que observamos, lo que nos cuentan…así dejamos que nuestra mente se convierta en “rumiante” en detrimento de nuestro bienestar y, además, estas rumiaciones llevan implícitas nuestros prejuicios y creencias limitantes lo que no hace, sino que favorecer la continuidad de este bucle negativo.
Quiero destacar que no hablo desde la psicología, pues no soy psicóloga, lo hago desde mi experiencia como Coach e Instructora de Inteligencia Emocional, como una persona que inició hace años el viaje interior del que os he hablado y ahí sigo, en estado Kaizen, término japonés que hace referencia a la mejora continua, porque desde mi punto de vista, este camino una vez iniciado, es para toda la vida.
Tampoco hablo desde la patología, en cuyo caso recomiendo siempre pedir ayuda psicológica, hablo a personas “sanas”, teniendo presente que la salud es mucho más que la ausencia de enfermedad, y quien tiene la suerte de estar sano físicamente, está en la posición óptima para cuidarse a nivel emocional y construir su propio bienestar saludable.
La Programación Neurolingüística y los estudios de neurociencias actuales, nos han aportado conocimientos impagables acerca de cómo funciona nuestra mente, lo que nos aporta herramientas para modificar este diálogo interior, que llamaré “el peliculero”, cuando por negativo nos perjudica y nos paraliza.
Sí, lo llamo el peliculero (término acuñado y cedido amablemente por Allan Santos) porque tenemos una tendencia natural a generar “películas” de lo que observamos, de lo que nos pasa o de lo que les ocurre a otros, que muy pocas veces se ajusta al hecho observado.
Porque la realidad, que es siempre la que uno percibe, se construye con las percepciones que tiene cada uno/a, que son personales y muy diferentes a la realidad de otra persona. Sin embargo, tendemos a generalizar y pensar o estar convencidos que lo nuestro es la visión de todos. Por eso me gusta el término peliculero, porque me ayuda a ser consciente de que al final cada uno se monta su “película” y así, poder gestionarlo para sentirme mejor.
Y ¿qué podemos hacer para parar al peliculero?
Al igual que cuando queremos cambiar cualquier cosa en nuestra vida, lo primero es tomar consciencia de ello, que en este caso se trata de asumir que nuestra visión de las cosas es sólo la nuestra, que existen múltiples facetas, que nuestra realidad no vale para todos y que nuestra mente a veces nos juega malas pasadas, porque con toda su buena intención de solucionar o eliminar lo que nos perjudica, se enfoca en ello y nos quedamos enganchados en un bucle de pensamientos que nos causan estrés o malestar, es el peliculero, y si no hacemos algo para pararlo, ahí seguirá.
Este funcionamiento de nuestra mente se debe a que una de sus funciones vitales es sobrevivir y por ello se centra en lo negativo, aquello que considera puede poner en peligro su supervivencia y lo prioriza sobre lo que nos hace sentir bien.
Lo que ocurre es que a veces lo negativo proviene de nuestras rumiaciones, de esos pensamientos automáticos que activan a nuestro peliculero y que podemos pararlo y reeducarlo con pensamientos conscientes que nos aporten algo de objetividad a las películas que crea nuestra mente bienintencionada.
Podemos hacer de nuestra mente una aliada poderosa que nos lleve a conseguir una vida buena perenne y no sólo una buena vida a base de chutes emocionales agradables, que son necesarios muchas veces, pero no suficientes.
En definitiva, conseguir el nivel de bienestar saludable que cada uno desea está en nuestras manos si nos atrevemos a mirar hacia nuestro interior e iniciar el viaje auténtico hacia nuestra felicidad.
Todo lo que venga de fuera y aumente tanto el bienestar como la felicidad que sentimos, bienvenido sea, siempre y cuando no nos llevemos a engaño, la auténtica felicidad no está ahí fuera, proviene de un trabajo constante interior para que sea de verdad un estado de ánimo perenne en cada uno de nosotros.
Conclusiones
Escrito por Elvira Mansur Nauffal
Bienestar bienestaremocional Construye tu bienestar felicidad Feliz Saludable
today3 diciembre, 2024 20 13
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